En el estado de Guerrero se encontró un libro de tapas extrañas en el año de 1954, mismo que permanecía oculto hasta hace poco tiempo al ser rescatado por el gobierno, y pese a la poca información con que se cuenta, autoridades se dieron a la tarea por rescatar parte de su historia.
El ejemplar que ha causado gran interés y asombro entre sus habitantes, así como en la comunidad cultural mexicana, se localiza en el municipio de Tixtla, región central del estado de Guerrero (tierra de importantes personajes de la historia, como el insurgente y presidente de la República Mexicana (1829), Vicente Guerrero y el escritor Ignacio Manuel Altamirano). Dicho libro fue encontrado enterrado bajo lo que hoy es la Biblioteca Ignacio Manuel Altamirano, a cargo de la directora, Araceli García Aburto, quién en conjunto con el historiador y Coordinador de Asesores de la Presidencia Municipal, el profesor Edgardo Eric Alcaraz García, concedieron entrevista para Origen Periodismo Democrático. Y nos narraron la historia de tan singular objeto.
Según registros de la región, fue durante la construcción de la Biblioteca, mientras un grupo de trabajadores escarbaban las sepas de los cimientos, se encontraron con un objeto de color negro. Se trataba de una olla sellada con cera en la parte superior. En su interior resguardaba varios objetos, que los trabajadores no dieron importancia al considerarlos de poco valor monetario, y decidieron dar aviso a las autoridades correspondientes. Los objetos eran: un libro, una hoja en donde se explicaba la procedencia y la elaboración de las pastas del mismo, unas tijeras antiguas, así como dos ídolos de barro de la cultura Olmeca, al parecer un sacerdote y un mensajero, piezas que se encuentran en el recinto en perfectas condiciones.
No obstante, de todos los objetos, el libro fue el que mayor interés causó por el extraño forro que cubría su portada, su capa es lisa con algunos pliegues blanquecinos y de color café. A simple vista no se trataba de papel, sino otro material, que de acuerdo a la hoja también integrada en el hallazgo, se afirma que efectivamente, la piel corresponde a un humano. Nos narra el historiador que años después una investigadora de origen Holandés, de nombre Van Lewen, realizó estudios al ejemplar, corroborando que se trataba de piel humana extraída de la parte del ante brazo y glúteos, y la cual corresponde a una mujer de tez blanca, con una edad de entre 20 y 30 años.
Según el texto antiguo, los restos pertenecieron a una supuesta curandera
oriunda del estado de Guerrero, llamada Benita, a quienes torturaron y desollaron para extraer parte de su piel y con ella elaborar las tapas para forrar el libro. Con este hecho se daría fe del escarmiento a quien culpaban de atentar contra la seguridad de la comunidad, acusándola de brujería, sin embargo Benita sería solo una víctima de las circunstancias, porque en realidad quien practicaba el oficio de curandera, era su madre y no ella.
El sacerdote de la región al tener conocimiento de dicho objeto, consideró al libro como maldito, y pidió a los feligreses destruirlo, sin embargo al no tener plena seguridad cuál de todos contenía los restos de la supuesta curandera, ordenó quemar todos los libros existentes en la biblioteca. Extrañamente el ejemplar sobrevivió y fue comprado años después por un grupo de Gitanos que acampaban en tierras guerrerenses y lo resguardaron. Fue hasta el año de 1970 cuando el C. Plácido García Reynoso lo donó y regresó al recinto donde fue encontrado.
Se calcula que la elaboración del libro data entre los siglos XVII y XVIII, ya que su contenido alberga en sus páginas la obra “Inundación Castálida” Sonetos escritos en castellano antiguo, de la poetisa mexicana Sor Juana Inés de la Cruz, nacida en el año de 1651.
Respecto a los objetos restantes, cabe mencionar que las tijeras fueron robadas, la olla se destruyó durante los movimientos a los que fue objeto, la hoja con los datos de la procedencia de las tapas desapareció durante el incendio de los libros, y las figurillas de barro, aún se conservan en las oficinas de la biblioteca. Se especula que pertenecen a la cultura Olmeca, y todo parece indicar que se trata de algún sacerdote, debido a los detalles que presenta en su vestuario, así como un mensajero que porta sobre su cabeza un objeto donde acostumbraban cargar agua las personas que recorrían grandes distancias.
Hasta el momento las investigaciones en torno a este peculiar ejemplar de la literatura mexicana, se encuentran suspendidas hasta encontrar nuevos indicios que amplíen la información sobre la identidad de la propietaria de la piel y las causas por las cuales fue objeto de tan violento atraco.
A la Biblioteca Ignacio Manuel Altamirano han acudido personal de Conaculta, del Museo de Antropología e Historia, investigadores independientes, así como un grupo historiadores japoneses quienes también realizaron estudios a las tapas, y todos aceptaron la autenticidad de los forros de piel humana.
Pese a que la bibliopegia antropodérmica fue algo de lo más habitual en el siglo XVII, en México no se tienen registros de la práctica de tales aberraciones como en Europa, sin embargo, existe otro ejemplar de características similares en el estado de Chiapas, por desgracia no se cuenta con datos suficientes para determinar su procedencia. Para la sociedad mexicana es un misterio el por qué se realizaron eventos de esta magnitud y si en nuestro país existen más libros con tapas de piel humana escondidos en bibliotecas de particulares.
En el caso del libro de Tixtla aún faltan varias incógnitas por resolver en torno a este asombroso hallazgo, sería importante saber ¿Quién fue Benita y cuál fue el verdadero motivo que la llevó a su muerte? Si el hecho de utilizar la piel humana para encuadernar libros era una práctica europea ¿Qué relación tenían los victimarios con los ídolos de barro depositados dentro de la olla? Y ¿Qué significado tiene el ritual?, con el cual se ocultaron dichos objetos en la absoluta clandestinidad.
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