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Imagina que pudieras vivir en un lugar donde la política emana del pueblo para el pueblo, donde no existe una religión oficial y donde el dinero es un mero trámite. Parece algo bastante utópico, pero estos son algunos de los principios que rigen a la comunidad india de Auroville.
El espíritu de la ciudad se conoce como Matrimandir y este monumento en el centro de la misma está dedicado a él.
Auroville está reconocida oficialmente como una ciudad tanto por el gobierno de la India como por la Unesco. Fue fundada en el año de 1968 por un gurú espiritual y su esposa: Sri Aurobindo y Mirra Alfassa, él de cuna india y ella francesa. El día que se inauguró la comunidad, personas de todos los rincones del mundo llevaron una porción de tierra de sus países nativos para simbolizar la unión de todos los pueblos.
Actualmente, unos dos mil individuos habitan la ciudad, que tiene capacidad para mantener a 50 mil residentes. La mayoría de las personas que viven en Auroville son indios, pero también es posible encontrar gente de Alemania, Francia, Estados Unidos, Israel, Rusia y hasta mexicanos.
Libertad de acción.
Las pequeñas fábricas, panaderías, clínicas, escuelas, campos de cultivo, restaurantes y cines hacen de este lugar una ciudad autosustentable, además cuentan con un pequeño periódico local, donde todo funciona gracias a la energía solar. Y no hay escasez de profesionistas. Aquí viven médicos, arquitectos, científicos y artistas de toda clase, desde poetas hasta escultores y pintores.
Cada uno de los habitantes recibe un salario mensual de $ 1,900 pesos (US$ 107), cantidad suficiente para los gastos médicos y para ahorrar un poco en caso de que surja alguna emergencia. Y aunque alguien acumule riqueza, a través de un negocio, no hay mucho que comprar, lo que evita la proliferación de una sociedad con clases. ¿Automóviles? No en Auroville. Los ciudadanos se desplazan a bordo de bicicletas.
La política también está íntimamente ligada a la comunidad. No existen presidentes, gobernadores o secretarios en Auroville. Siempre que hay que resolver algún problema, se convoca a una asamblea y los ciudadanos de la comunidad eligen un consejo para que dé solución al conflicto.
Tampoco tienen una religión oficial. Los habitantes de Auroville son libres para practicar rituales y creer en lo que quieran, siempre que no incomoden o intenten adherir a sus creencias a los conciudadanos.
A prueba.
Todos son bienvenidos a Auroville. Para pertenecer a la ciudad tan solo hay que adquirir una vivienda. Las residencias no superan el precio de los US$ 3 mil – unos $53 mil pesos. En caso de que un recién llegado no esté en condiciones de adquirir una vivienda, puede conversar con la comunidad y realizar trabajo extra para abaratar el precio.
Todos deben tener un trabajo oficial en la ciudad, pero también pueden contribuir en otras funciones y producir sus propias formas de arte, que son remuneradas. Por eso, cuando alguien nuevo llega a la ciudad, describe sus aptitudes y recibe una serie de sugerencias sobre los trabajos que puede realizar.
Durante el primer año en la ciudad, el novato es observado y evaluado por la comunidad. Tras ese año, un periodo que conocen como “de fase”, los ciudadanos de Auroville deciden si la persona puede permanecer o no entre su comunidad. En caso de que le nieguen la residencia, el precio que pagó por la casa se le devuelve integro.
¿Te dieron ganas de ir a pasar un año a Auroville? Échale un vistazo a estas imágenes de la ciudad.
Todas las decisiones políticas de la ciudad se toman en comunidad.
Las casas son pequeñas y tienen formas poco comunes.
Además de tener un empleo formal, los habitantes colaboran con el mantenimiento de la ciudad, como en la plantación de árboles.
Los artistas son remunerados con un salario, como cualquier otro profesional, además de que reciben ingresos por la venta de sus obras.
Enormes paneles solares garantizan energía para toda la ciudad.
En Auroville hay residentes de diversas edades y nacionalidades.
Los restaurantes reciben tanto a los residentes como a los turistas.
Los recién llegados suelen ir acompañados de su familia.
Un teatro en la arena de la ciudad.
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