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Quizá anteriormente hayas escuchado hablar de la Ilusión de Frecuencia o, como se le conocía en el pasado, “fenómeno de Baader-Meinhof”. La Ilusión de Frecuencia es el fenómeno a través del cual una palabra o un nombre que recientemente llamó nuestra atención, de repente empiezan a repetirse una y otra vez. La frase que mejor lo define es “Que raro, acabo de escuchar eso el otro día”.
La mayoría de la gente parece haber experimentado este fenómeno al menos un par de veces en sus vidas, mientras que otras personas lo experimentan con tanta regularidad que anticipan la introducción de la nueva información. Pero, ¿existe alguna causa subyacente? ¿Hay algún significado oculto en la Ilusión de Frecuencia?
El fenómeno tiene cierta semejanza con la sincronicidad, que es la experiencia de tener una coincidencia muy significativa, por ejemplo, que alguien te llame al teléfono mientras piensas en esa persona. Los dos fenómenos producen una ligera sensación de sorpresa, y generalmente nos hacen reflexionar sobre las probabilidades del suceso. Es como un coscorrón del destino, como si supuestamente los eventos tuvieran que acontecer en ese orden particular… como si fuéramos testigos de un efecto dominó que se escapa de nuestra comprensión.
Aunque la ciencia argumente que un mundo tan complejo como este promueve frecuentemente las coincidencias, la observación nos dice que esa explicación no es suficiente. La observación nos muestra que la Ilusión de Frecuencia nos abruma con tanta precisión y frecuencia que no se puede justificar de una forma tan fácil. Pero a lo largo de los siglos, la observación también nos ha demostrado que es por sí misma deficiente, y nada confiable.
La razón de que esto suceda se debe a la predilección que tiene nuestro cerebro por los patrones. Nuestros cerebros son excepcionales en el reconocimiento de patrones, una característica que resulta sumamente útil en el aprendizaje, pero que también provoca que el cerebro le dé demasiada importancia a los eventos comunes y corrientes. Considerando la cantidad de palabras, nombres e ideas a las que somos expuestos todos los días, no resulta muy sorprendente que nos volvamos a encontrar con la misma información en un periodo corto de tiempo. Cuando esta intersección ocasional se produce, el cerebro promueve la información para que las dos instancias constituyan el inicio de una secuencia. Lo que no notamos son las cientos o miles de piezas de información que no se repiten, y esto porque no se ajustan a ningún patrón interesante. Esta tendencia a pasar por alto los datos “sin interés” es un ejemplo de la atención selectiva.
De hecho, las coincidencias en sí son un truco de la percepción. Los humanos tendemos a subestimar la probabilidad de eventos coincidentes, por lo que nuestras expectativas no están en sintonía con la realidad. Y los eventos no coincidentes no llaman nuestra atención con la misma intensidad, pues las coincidencias son patrones, y nuestro cerebro está diseñado para detectar de forma eficiente los patrones, por lo que sobrestima su valor. En resumen, los patrones nos crean el hábito.
Pero cuando escuchamos una palabra o un nombre que acabamos de aprender el día anterior, a menudo parece más que una mera coincidencia. Esto se debe a que la Ilusión de Frecuencia se ve amplificada por el efecto de lo reciente, un sesgo cognitivo que sobrevalua la importancia de los estímulos y observaciones recientes. Esto incrementa la posibilidad de que estemos más conscientes del tema cuando nos encontremos de nuevo con él en el futuro próximo.
Por qué el fenómeno se conoció durante algún tiempo como “Baader-Meinhof” es un misterio. Quizá algún alemán escuchó ese nombre en determinado momento y poco después se repitió el hecho, entonces decidió llamar al fenómeno con el mismo nombre del sujeto que se lo había provocado. Pero eso no es más que una suposición. Algunos dicen que el término fue acuñado en una discusión en el St. Paul Pioneer Press en 1995, cuando se discutía la falta del nombre para el fenómeno y uno de los participantes decidió llamarlo según su propia experiencia auditiva después de haber escuchado ese apodo dos veces en estrecha proximidad temporal.
El término científico más aceptado es “ilusión de frecuencia”, y fue acuñado en el 2006 por el profesor de lingüística de Stanford, Arnold Zwicky.
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