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El reconocimiento de haber sido el primer ser humano en entrar al espacio exterior pertenece al cosmonauta ruso Yuri Gagarin. Sin embargo, no fue el primer terrícola en navegar la Vía Láctea. Pocos años antes de que Gagarin hiciera historia entrando en órbita en 1961, los rusos embarcaron en una misión suicida a una perra callejera apodada Laika, que se convirtió en el primer ser vivo de la historia en orbitar al planeta Tierra.
En aquella época, el exitoso lanzamiento del animal callejero fue considerado como una de las mayores victorias por parte de los rusos en la carrera espacial. Laika, cuyo nombre se traduce como pregonero al español, fue recogida en las calles de Moscú pocos días antes de que lanzaran el Sputnik 2. Hacía unos meses que el Sputnik, el primer satélite propulsado, había sido puesto en órbita. Para la ambiciosa misión, los soviéticos decidieron utilizar un perro con la finalidad de poner a prueba la seguridad de los viajes espaciales para los humanos, y eligieron a Laika por dos razones: era dócil y pequeña.
El día 3 de noviembre de 1957, Laika fue lanzada sobre un cohete y puesta en órbita. La perra solo había recibido entrenamiento durante unos días, y dicho entrenamiento consistía en encerrarla en jaulas cada vez más reducidas así como situarla frente a simuladores de vuelo.
Antes del viaje de Laika, los Estados Unidos y la URSS habían embarcado animales en vuelo con fines científicos, pero solo unos cuantos minutos en vuelos suborbitales. Ninguno había llegado a orbitar el planeta, ninguno había experimentado la gravedad cero. Laika sería la primera.
La pionera expedición era un viaje solo con boleto de ida, y los científicos soviéticos siempre lo tuvieron en mente. Afirmaron que su muerte sería lo más “humana” posible, que el Sputnik 2 de poco más de 110 kg alimentaría a la perra y transmitiría sus signos vitales hasta que el oxígeno se consumiera. En ese momento la alimentarían con comida envenenada que la mataría sin dolor alguno.
Durante muchos años la opinión pública se tragó el cuento de los soviéticos sobre el heroísmo de Laika y su integridad personal. Pero la muerte de la perra distaba mucho de ser indolora y digna. En el Congreso Mundial del Espacio de 2002 en Houston, Texas, Dimitri Malashenkov, un ex científico del soviet, reveló que la perra había muerto pocas horas después del lanzamiento víctima del estrés y el sobrecalentamiento de la nave causado por un desperfecto en el sistema de control de temperatura.
De hecho, Malashenkov declaró que la perra que había sido retirada de las calles de Moscú murió en cuestión de horas. Ni siquiera la revolucionara nave sobrevivió. Tras cinco meses orbitando el planeta, retornó el 4 de abril de 1958, incinerándose apenas entró a la atmósfera.
Aunque Laika perdió la vida, su misión allanó el camino para una serie de avances dramáticos en los vuelos espaciales. Y otros exploradores caninos la precedieron – para ser exactos fueron 36 –, proporcionando información vital para la eventual y exitosa misión de Gagarin.
Años después de su histórica hazaña, el cosmonauta ponderó su conexión con Laika y los otros perros que le abrieron camino al espacio. “Todavía no puedo entender quién soy”, dijo Gagarin. “¿El primer hombre o el último perro?”.
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