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Creo que una cantidad muy pequeña de mexicanos está satisfecha con la situación del país. Sin embargo, resulta peor cuando le echamos una mirada al futuro, que debería ser mucho más sombrío dada la cantidad de valores torcidos que estamos sembrando en las mentes de los pequeños.
Conformamos una sociedad que, cada vez más, parece incentivar a hacer lo que es moralmente incorrecto. Dicen que se predica con el ejemplo, y les puedo asegurar que lo estamos haciendo muy mal. Hoy te presentamos cuatro puntos que afectan de forma directa nuestro pensamiento colectivo y la batuta que le pasaremos a las futuras generaciones.
1 – Ganan más dinero los que no estudian.
Ya lo decía el premio Nobel de la paz Albert Schweitzer: “dar el ejemplo no es la principal forma de influir sobre los demás; es la única”. Actualmente en México tenemos una política pública que ha llegado al punto más álgido del conflicto en su camino para implementar una reforma educativa que promete mejorar la calidad de la educación. Sin embargo, el paso decisivo en esta aventura gubernamental debería ser influenciar a las nuevas generaciones a querer estudiar. Deberían partir de esta premisa básica puesto que, sin importar la cantidad de reformas e inversiones que se hagan, si no existe la voluntad entre aquellos que son objetivos de estas acciones no tendremos éxito. La motivación siempre es la clave de todo: por ello es que la formación de líderes vende tanto en la actualidad.
La gran mayoría de nosotros, cuando nos enfrentamos con la frase “ser alguien en la vida”, terminamos asociándola con una profesión y, consecuentemente, con el salario de esta profesión. Sin duda alguna, ganar dinero es el principal motivo que lleva a los jóvenes adultos a adentrarse en la Universidad o en algún empleo. Es en este punto que llegamos al meollo del asunto: ¿Cómo diablos va a existir motivación para que la educación crezca si la mayoría de los ejemplos que tenemos son de personas que ganan cada vez más dinero sin nunca haber pisado una universidad o, peor aún, sin ni siquiera haber terminado la educación básica?
Reggaetoneros, jugadores de fútbol, políticos, etc. abundan ejemplos de personas que no estudian, trabajan poco y ganan mucho. Nuestros niños viven viendo estos ejemplos de una sociedad que recompensa la dejadez. Es el ejemplo que se predica en los medios, en las conversaciones familiares y hasta en la propia escuela. Todos los días nos enteramos de que tal grupo delincuencial es cada vez más poderoso y rico. Mientras tanto, el joven recién titulado de la universidad gana cada vez menos, tiene menos oportunidades y escaso reconocimiento de la empresa para la que trabaja.
Me pregunto, ¿cuándo tendremos una sociedad basada en la meritocracia?
2 – El castigo de la justicia es para los que no tienen poder.
La justicia mexicana no siempre, o mejor dicho casi nunca, puede llamarse “justicia”. Hay casos en abundancia como para hacer un mosaico de impunidad de todos los colores. En general, la población ya se dio cuenta de esto, pero siempre se mantiene apática, sin reacción y limitándose a lloriquear en las redes sociales. Sin embargo, si algo queda claro es que las leyes en México aplican solo para aquellos desfavorecidos económicamente. Resultan absurdos los casos de absolución a pesar de la evidencia contundente. Empresas petroleras, contratistas, presidentes, todos los días hay ejemplos de podredumbre, de la corrupción desenfrenada que desanima a cualquier persona honesta.
Para empeorar las cosas, podemos ver lo “eficiente” y “expedita” que resulta la justicia cuando se aplica a personas menos favorecidas. El documental de 2008 Presunto culpable abrió el panorama sobre los vicios de la justicia mexicana, y aunque en su momento causó polémica en los medios de comunicación, de muy poco sirvió para restaurar el fallido sistema de justicia mexicano. Mientras a un vendedor ambulante lo remiten en el acto ante un juez con lujo de violencia, la máxima figura política de este país puede permitirse adquirir mansiones sin tener que dar una explicación sobre la procedencia de su dinero.
3 – La televisión manda.
Cuando la televisión aún estaba en pañales, el filósofo alemán Theodor Adorno predijo que la televisión condenaría a la sociedad a una “erosión moral”, esto porque al promocionar la “cultura de masas” le quita al individuo la capacidad de elegir o juzgar según sus propias convicciones, pasando a juzgar y elegir según las convicciones que le son transmitidas.
En un país donde la emisora de televisión más poderosa llega al 95% de los hogares, podemos apreciar la forma en que la influencia de este medio puede cambiar la decisión popular. En medio de las protestas, hemos sido testigos de la forma en que los inconformes son llamados “vándalos”, atestiguamos la forma en que una tal “Copa América” fue el único tema a tratar en un país que hierve en revueltas y, por supuesto, somos testigos de la forma en que nos han vendido la idea de que protestar “no sirve de nada”. Sin embargo, cuando las cosas no le benefician a la empresa, sus divulgadores no se miden en asegurar que “se debe protestar, pues el país se está hundiendo”. ¿Y qué hacen las personas? Correcto, regresan a las calles a protestar.
Esa posición que tienen las televisoras en el ajedrez político terminó haciendo que las mismas utilicen a su audiencia en beneficio de sus propios intereses. Si sembrar el rencor entre sus espectadores sirve a sus propios intereses, perfecto, hagámoslo. Si no sirve, desviemos la atención y vendamos la idea de que tal revuelta es “una estupidez”.
La persuasión de los medios resulta en un dominio total del comportamiento de la población, y posiblemente se mantenga así hasta que algún evento histórico totalmente anormal suceda. Y para nuestro mayor horror, nuestros niños están siendo criados por estas televisoras. Los niños de entre 2 y 7 años cuyos padres trabajan, casi siempre son encaminados a las guarderías y a despertarse por las mañanas para disfrutar de los dibujos animados. Y sí, de la más variada selección de programas donde se abordan los temas más diversos, muchas veces impropios del horario. En las guarderías, sobre todo en las públicas, suele suceder que no se tiene un seguimiento diferenciado de los pequeños y les dan la televisión como el principal objeto de entretenimiento infantil. Ese error quizá resulte muy costoso para nuestro futuro con adultos que piensan cada vez menos y compran con mucha mayor facilidad cualquier idea que les vende la televisión.
4 – ¿Política para qué?
El político tiene una función: representarnos. Se le elige con ese único propósito: representar a aquel (o ideología de aquel) que lo eligió para buscar el bien común de la sociedad. De ninguna forma es lo que observamos hoy. Los políticos son electos para tratar intereses políticos y para defender a capa y espada actos que no deberían hacer como desviar fondos, robar, hacerle favores a empresas aunque perjudiquen al pueblo, entre otras acciones corruptas que suelen llevar a cabo. El trabajo es casi imperceptible en esta profesión. Una que otra vez alguno destaca, pero es cada vez más difícil encontrar ejemplos de “buenos políticos”.
Lo malo de todo esto es que nos hemos acostumbrado tanto al deterioro moral de nuestro Estado que le transmitimos la idea de que nada puede hacerse a la próxima generación, que la norma es un sistema político “podrido” y que nuestro papel es “aceptar y reclamar” toda esa podredumbre que sale de la maquinaría pública.
Trabajamos la mayor parte del año para alimentar a un poder público que nos devuelve una asquerosidad capaz de enfermar hasta al más apolítico de los mexicanos. ¿Y qué actitud tomamos? Votamos por las mismas ratas. Es una lógica que no se puede comprender sino por el hecho de que el marketing de estos políticos elige por nosotros. Y puedes estar seguro de que si eligen por nosotros, lo harán por nuestros hijos y por nuestros nietos.
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