Cuando el Imperio del Japón desplegó su ataque masivo sobre Pearl Harbor aquella decisiva mañana del 7 de diciembre de 1941, un aviador de primera clase llamado Shigenori Nishikaichi se encontraba entre los incursores, escoltaba a un grupo de bombarderos desde su caza Mitsubishi A6M Zero. Tras dos exitosas rondas, los bombarderos buscaban nuevos objetivos cuando, de la nada, un grupo de nueve combatientes aéreos con bandera estadounidense los atacó. Las fuerzas de los Estados Unidos consistían en aviones P-36A, superados abismalmente por los Zeros. Pese al factor sorpresa, los aviones americanos fueron despachados con prontitud.
Sin embargo, una ronda había alcanzado a perforar el tanque del caza que pilotaba Shigenori Nishikaichi, y empezó a perder combustible. Aquella insignificante bala puso en marcha una serie de eventos que llevarían a los Estados Unidos a internar a más de cien mil personas de ascendencia japonesa – sin importar si eran ciudadanos – en campos de concentración por lo que restó de la Segunda Guerra Mundial.
Mientras el piloto japonés regresaba al portaaviones, su damnificado avión se retrasaba. Pronto quedó claro que sería incapaz de llegar hasta su destino para alejarse de Hawái y regresar a Japón. En lugar de rendirse ante una situación tan urgente, decidió aterrizar en la isla “deshabitada” de Niihau y esperar en la playa norte por algún submarino imperial que fuera a rescatarlo. Sin embargo, en el primer sobrevuelo que hizo en la zona notó una falla grave en su plan. Contrario a lo que había apuntado la inteligencia japonesa antes del ataque, la pequeña isla estaba habitada.
Eligió entre los escasos lugares para aterrizar. En el segundo sobrevuelo a Niihau, Nishikaichi encontró un área que le pareció adecuada, e intentó aterrizar próximo a una casa aislada. Cuando su avión empezó a tocar el suelo, terminó enredándose con una cerca de alambre que había pasado totalmente desapercibida durante sus inspecciones desde el aire. El Zero hundió la nariz en el suelo.
La isla Niihau pertenecía a la familia Robinson, quienes la compraron al rey Kamehameha V, mismo que mantuvo el control del lugar hasta 1941. Estaba cerrada a la visita de extranjeros, pero los niihauanos nativos y los miembros de la familia Robinson vivían en la isla criando ganado y ovejas, así como produciendo miel. Uno de los habitantes de la isla, un hawaiano llamado Howard Kaleohano, divisó el accidente del avión y aún sin saber del ataque en la isla vecina, se apresuró a prestar ayuda.
El piloto emergió del avión totalmente apaleado y confundido. Kaleohano tomó los papeles del piloto y lo cargó por un brazo, apartándolo del lugar del accidente. Kaleohano era uno de los pocos habitantes de la isla que sabía hablar inglés, pero el inglés de Nishikaichi era muy básico. Llamaron a un vecino que había nacido en Japón para que ayudará. Este primer traductor intercambió algunas palabras con el piloto antes que su rostro se pusiera totalmente pálido – como si hubiera recibido una noticia terrible – y se negó a seguir formando parte de aquellos extraños eventos.
El siguiente en acudir al llamado fue Yoshio Harada. Había nacido en Hawái, por lo que era un ciudadano de los Estados Unidos. Tanto él como su esposa, Irene, hablaban japonés e inglés. Nishikaichi le contó a la pareja sobre el ataque en Oahu, y exigió que le regresaran sus papeles y sus armas. Sus demandas fueron denegadas. Sin embargo, los Harada no compartieron la noticia de la recién iniciada guerra con los otros isleños.
Los isleños llevaron a su invitado a un luau. Se le alimentó bien e incluso cantó para los que lo habían rescatado, desconocía por completo que su submarino de rescate ya había recibido la orden de volver al Pacifico para interceptar a los barcos estadounidenses entrantes.
Sin embargo, cuando la noche cayó las noticias por radio reportaron a los residentes de Niihau los trágicos eventos de ese día, por lo que pusieron a Nishikaichi bajo custodia. Debido a la falta de instalaciones adecuadas para encarcelarlo, lo mantuvieron en la casa del anfitrión la primera noche. Al día siguiente, Yoshio Harada escoltó al piloto a la pista de aterrizaje Kii para entregarlo a las autoridades.
Sin embargo, la Marina había limitado el tráfico marítimo, imposibilitando que el representante de la familia Robinson llegara a la isla para recoger al prisionero. En los días que siguieron Nishikaichi jugó con la lealtad de Harada, confrontando su ciudadanía contra su patrimonio. La lealtad de Harada titubeó, y en determinado momento el japonés-estadounidense Yoshio Harada robó una pistola y una escopeta. Esa noche los hombres se armaron y evadieron a los otros guardias.
Regresaron a la casa donde se había estrellado el Zero, pero no encontraron al propietario en el lugar – Kaleohano estaba en el retrete, y se mantuvo escondido allí cuando los vio venir. Los dos fugitivos intentaron usar la radio del avión, pero tras una serie de intentos fallidos regresaron a la casa. Cuando volvían, Kaleohano saltó del escondite y se echó a correr para escapar. Nishikaichi le disparó al hawaiano que escapaba, y falló.
Los frentes de batalla ya estaban definidos, Nishikaichi y Harada de un lado contra Kaleohano y los demás residentes del otro. En busca de ayuda, Kaleohano y un grupo organizado empezaron a remar hacia Hawái. Otros isleños encendieron una hoguera en el Monte Paniau, el punto más alto de Niihau, que podía verse desde Kauai. Finalmente, el representante de la familia Robinson consiguió permiso para ir hasta Niihau.
La noche del 12 de diciembre, Nishikaichi y Harada irrumpieron en el pueblo y tomaron prisionero al pequeño grupo de residentes. El piloto japonés exigió que le entregaran a Kaleohano. Aunque los isleños sabían que el hombre se había ido a Kauai, hicieron todo un espectáculo para hacer tiempo. Cuando el momento se presentó, uno de los rehenes llamado Ben Kanahele habló en hawaiano, instando a Harada para que preguntara a su compinche japonés si podía enseñarle su arma. Harada lo hizo, y apenas Nishikaichi mostró la escopeta, Kanahele se abalanzó sobre él.
Nishikaichi se sacó una pistola de la bota y disparó tres veces a Ben Kanahele – en el pecho, la cadera y la ingle – pero no fue suficiente para detener a un hawaiano enfurecido. Con tres disparos encima, levantó a Nishikaichi y lo lanzó contra un muro de piedra. La esposa de Kanahele tomó una roca y golpeó el cráneo del piloto hasta que su esposo pudo tomar un cuchillo para quitarle la vida al hombre. Viéndose vencido, Yoshio Harada volteó el cañón de la escopeta contra su estómago, y disparó.
Ben Kanahele logró recuperarse de las heridas. En agosto de 1945 lo galardonaron con dos reconocimientos presidenciales, la Medalla al Mérito y el Corazón Púrpura.
Este incidente llevó a la Marina a formular un informe en el que se apuntaba que había una “probabilidad de que los antiguos residentes japoneses que creían leales a los Estados Unidos pudieran ayudar a Japón”. Irene Harada fue encarcelada por haber ayudado en la fuga del piloto.
Franklin D. Roosevelt utilizó este incidente y el posterior informe naval para justificar la Orden Ejecutiva 9066, donde habilitaba a los comandantes militares locales a establecer “zonas militares” así como “zonas de exclusión”, donde “cualquiera o todas las personas podían ser excluidas”.
No pasaron ni dos semanas antes de que fuera interpretada para permitir la segregación de todos los individuos con ascendencia japonesa de la costa oeste en campos de concentración al interior de los Estados Unidos. Las acciones de un solo hombre en una única situación llevaron al gobierno estadounidense a encarcelar a más de 120 mil japoneses-americanos, una medida vergonzosa e injusta que tenía la intención de proteger al país contra futuras traiciones.
El artículo El incidente de la isla Niihau fue publicado en Marcianos.
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