Vivimos en una realidad terriblemente irónica. Al mismo tiempo que anhelamos sentirnos únicos y especiales, también queremos formar parte de un grupo. No es nada raro que vayamos a ver una película de la que todos están hablando, aunque lo opuesto también acontece.
Empiezas a odiar algo simplemente por qué a todos les gusta. Es un ciclo infinito de ascenso y descenso de cualquier tema, mismo que ha hecho de estos parajes de Internet un lugar por demás interesante.
¿Alguien recuerda cuando inició Game Of Thrones? Durante varios meses, hace seis años, pasó por esto mismo. Mejor ni hablemos de The Walking Dead. Series recientes como Stranger Things ya tienen a sus primeros haters. Y, evidentemente, Pokémon Go viene acumulando una cantidad cada vez mayor de detractores.
Hasta cierto punto es saludable cuestionar el éxito de alguna cosa, intentar voltear la mirada hacia otro lado y sembrar discusiones, pero también se hace necesario asimilar que la crítica forma parte del éxito, es algo que no se puede evitar. Criticar al Sistema es (irónicamente) ser parte de él, no sirve de nada, el Sistema aprovechó las críticas y las convirtió en un producto.
Charlie Brooker, el creador de Black Mirror, coloca sobre el escenario este tema con uno de sus personajes. Se llama Bing y es un joven totalmente alienado que se conduce por la vida con una rutina sistemática y se espera que así sea hasta el día en que deje de respirar. Sin embargo, en medio de toda esa falsedad de frases y personas prefabricadas, Bing termina descubriendo algo que lo hace contrastar del resto. Se da cuenta que incluso el más puro y noble de los sentimientos simplemente es tragado, así decide empezar a criticar todo lo que está a su alrededor.
Elabora un discurso fuerte, repleto de verdades y con mucho sentido. Pero a nadie le interesa, y es que el Sistema ha sido tan bien estructurado que Bing también es un producto prefabricado, algo premeditado que no causará mal a nadie.
Es imposible no encontrarse a diario con alguien en Internet dispuesto a decir un sinnúmero de verdades, gritar a los cuatro vientos aquello que a todos nos gustaría externar, y cosas por el estilo. Los escuchamos, aplaudimos, cerramos la ventana y los olvidamos. Otra vez: criticar al Sistema es formar parte de él. No funciona.
Y así llegamos a la imagen que acompaña a esta publicación, una ilustración que intenta comunicarnos (¡oh sorpresa!) que Pokémon Go nos está esclavizando. Una imagen que ha sido viralizada hasta el cansancio tanto en Facebook como en Twitter y en las demás redes sociales. La más grande de todas las ironías.
No decimos que Pokémon Go sea una solución a los problemas de la humanidad ni mucho menos que sea perfecto, pero criticarlo empleando herramientas que hacen exactamente lo mismo no tiene ningún sentido. En resumen, es como si alguien dentro de un charco sucio se quejara de que otro está sucio.
Es criticar por criticar, sin ningún fundamento, sin una acción tangible que respalde a la crítica. Se sigue la misma línea de raciocinio que condujo a miles de internautas a intentar “ayudar” a una youtuber que supuestamente estaba secuestrada. Nada a cambio de nada. Aquellos sitios que compartieron la imagen terminaron haciéndose con miles de Me Gusta, comentarios y nuevos seguidores, el obsequio del Sistema por su amable participación. ¿Creen que alguien dejará de jugar Pokémon Go por esa imagen? Por supuesto que no, a nadie le importa, es un discurso premeditado al que ponemos atención, le damos Me Gusta y olvidamos. ¿Entonces, por qué la crítica tiene lugar?
Por nada. Es la imagen de alguien enfadado con todo aquello que atrapa la atención del resto, alguien que decidió externar sus sentimientos. Después de todo la barra de desplazamiento de tu timeline seguirá su curso y aquella publicación se perderá en el limbo de Internet, y nadie más la recordará en las próximas horas.
Es más, tampoco nadie recordará esta publicación por qué, después de todo, es una “crítica enlatada”.
El artículo La imagen más ridícula sobre Pokémon Go fue publicado en Marcianos.
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