Peter Stumpf fue, dependiendo de quien lo cuente, un ser humano extremadamente perturbado que padecía una enfermedad mental no diagnosticada, una víctima de las Guerras de religión en Europa entre protestantes y católicos o un auténtico hombre lobo bajo la influencia del mismo demonio.
Hay muy pocos registros sobre la procedencia de Peter Stumpf, y menos se sabe sobre los motivos que lo llevaron a declararse culpable por la muerte de docenas de inocentes. Según los registros, Peter Stumpf vivía como un granjero promedio en la ciudad alemana de Bedburg hacia finales del siglo XVI. Probablemente su vida era difícil, semejante a la de otros aldeanos de la época con grandes privaciones y muy pocas recompensas.
La leyenda de Peter Stumpf.
Este hombre fue capturado en el año de 1589 tras un episodio de horribles asesinatos acaecidos en las inmediaciones de Bedburg, crímenes brutales incluso para los estándares de violencia de esa época. En un principio se creyó que estos sangrientos asesinatos se debían al ataque de animales salvajes, probablemente una jauría de lobos que se había adentrado demasiado en la boscosa región en busca de presas.
Stumpf se convirtió en el principal sospechoso de estos crímenes después que se le viera vagando solo por el bosque durante la noche, momento en que un grupo de cazadores contratados para eliminar a las supuestas bestias hacían su trabajo. Los cazadores siguieron el rastro de un enorme lobo negro hasta una zona aislada en el bosque donde se perdían las pisadas. El granjero no supo explicar los motivos que lo habían llevado a vagar por el bosque esa noche. Y aseguró que no había visto a ningún lobo, lo que parecía imposible para los cazadores pues se debió haber cruzado con él.
Después, los cazadores relatarían una historia aún más inverosímil, en la cual habían atestiguado la forma en que Stumpf se transformaba de lobo a hombre frente a sus ojos. Este testimonio lo ofrecieron durante el juicio que tuvo lugar semanas más tarde.
El grupo de caza acompañó al granjero hasta su hogar y regresó a Bedburg con el amanecer. Pasaron tres días hasta que descubrieron una oveja muerta en el campo. Los cazadores se dirigieron al lugar para ver si era un ataque del lobo. Esa vez fueron acompañados por el Magistrado de la ciudad y casualmente le comentaron sobre aquel extraño hombre que habían encontrado en el medio del bosque.
Intrigado, el Magistrado solicitó que lo llevaran hasta la granja de Stumpf. Una vez en ese lugar, encontraron al granjero en cama, supuestamente enfermo y pasando por una serie de terribles dolores de cabeza. El Magistrado entrevistó a Stumpf, quien fue incapaz de explicar dónde estuvo la noche anterior y mucho menos de ofrecer una cuartada sólida, por lo que lo llevaron a prisión. En el interior de la casa, el grupo encontró ropa ensangrentada y Stumpf no supo de explicar de dónde provenía la sangre dado que él no estaba herido. El granjero no reaccionó, simplemente se entregó de buena gana y lo escoltaron a Bedburg.
Ya en la ciudad pasó por el “interrogatorio” de otros Magistrados. Según la fuente principal donde se detallan los eventos, un documento titulado “The Damnable Life and Death of One Stubbe Peter” escrito por George Bore, después que las autoridades lo estiraran en un potro de tortura, terminó confesando sus espeluznantes crímenes:
“Con sus propias palabras relató todo el mal que había hecho en su vida, e hizo público el hecho de que cometió enormes atrocidades”.
Según los mandatos judiciales contra Peter Stumpf, que en esa época tenía 37 años de edad, todavía restaba mucho por confesar. Bajo una tortura severa, declaró que a los 12 años se puso al servicio de la nigromancia y la hechicería, haciéndose un ciervo del propio demonio. El granjero siguió contando la forma en que Belcebú en persona le entregó un cinturón mágico que le permitía transformarse en un lobo fuerte y poderoso, con ojos que podían ver en la oscuridad, garras afiladas y poderosas que usaba para destrozar a sus víctimas. En su forma de lobo tenía la habilidad de correr por los bosques y prados sin que nadie desconfiara de su identidad y así matar impunemente.
Cuando le preguntaron sobre el paradero del cinturón, Stumpf insistió en que lo tiró poco antes de que lo encontraran los cazadores en el bosque. Sin los poderes que le ofrecía el cinturón se sentía incompleto, lo que se reflejaba en insoportables dolores de cabeza, un castigo del demonio por su descuido.
Tras una intensa búsqueda en el bosque no se encontró ningún cinturón mágico. Stumpf relató que el demonio lo había contactado durante la noche para avisarle que escondería el cinturón para que no cayera en manos de nadie. El demonio estaba furioso por la captura de su ciervo pues este reveló sus terribles planes.
Aunque ahora nos parezca una historia ridícula y fantasiosa, este relato fue corroborado por testigos que aparecieron de todos lados asegurando que “siempre habían desconfiado de algo diabólico” sobre el granjero. Esto, junto con las palabras de los cazadores que repentinamente “recordaron” la transformación del lobo en Stumpf, fue suficiente para armar todo un caso.
El juicio del hombre lobo.
Durante el juicio, el granjero reveló frente a una asistencia aterrada que había usado el cinturón durante muchos años con el objetivo de transformarse en un licántropo. Cuando recurría a este terrible poder, Stumpf relató que se sentía sediento de sangre y carne. Un deseo incontrolable de saciar esa sed lo llevaba a matar becerros recién nacidos para beber su sangre. Tiempo después, empezó a matar y devorar víctimas humanas.
Jamás quedó claro para el tribunal el número de personas que llegó a asesinar Stumpf. En cierto momento decía que habían sido 7, después subía el número a 10 y finalmente declaró que habían sido 14 víctimas mortales. Tiempo después dijo que 14 solo fueron los niños, entre los que se incluía su hijo Johan a quien había devorado el cerebro en medio de un frenesí asesino. Entre su larga lista de asesinatos incluyó mujeres embarazadas, cuyos fetos también había consumido.
Frente a los jueces explicó que el cinturón le provocaba un apetito sexual desmedido que lo obligaba a mantener amantes, buscar prostitutas y, cuando estas faltaban, a ultrajar a las mujeres. Varias de estas se habrían embarazado de él, dando lugar a niños que, según el granjero, crecerían para convertirse en hombres lobo. Stumpf llegó a señalar a tres mujeres con las que sostenía relaciones sexuales residentes de Bedburg, una de las cuales se llamaba Katherina Trompin y que supuestamente había dado a luz a un niño con la cabeza de un lobo y el cuerpo de un humano. Trompin fue a prisión y la acusaron de herejía, pese a que un examen concluyó que aún era virgen y que jamás había dado a luz. La juzgaron junto con otra mujer de nombre desconocido que también habría sido amante del granjero.
Tras un mes de juicio lleno de descripciones impactantes, se sentenció a Peter Stumpf a la pena capital.
Y aunque es posible que Stumpf haya cometido actos brutales, después de todo los asesinos seriales han florecido en todo tipo de sociedades, también es posible que haya mentido sobre dichos crímenes, conforme consta en los escritos oficiales del proceso. Los criminales de esta clase en ocasiones buscan un tipo “macabro” de reconocimiento cuando se les captura. Es una forma de divulgar sus actos entre un gran número de personas. Se debe entender que una confesión, aunque contraproducente para el acusado, no siempre se traduce en verdad. Muchas veces estas confesiones provienen de las fantasías que los asesinos tienen con victimas inexistentes. Además, la tortura puede tener como resultado confesiones ficticias para obtener algún tipo de clemencia de los verdugos.
Sin embargo, también se ha especulado que el granjero pudo haber sido víctima de una conspiración política en la época que pretendía aplacar la histeria sobre un supuesto hombre lobo y otros seres sobrenaturales. Aparte, Bedburg comprendía una región controlada por los protestantes, que fueron expulsados en 1587 por el conde Werner von Salm-Reifferscheidt-Dyck y sus soldados católicos. Algunas versiones de la historia han llegado a sugerir que Stumpf era protestante como muchos otros residentes del área, y que pudo haber sido usado como un ejemplo para el resto.
Los que defienden esta hipótesis usan como evidencia el hecho de que la ejecución de Stumpf contó con la asistencia de la realeza, dignatarios e incluso los príncipes de Alemania que viajaron desde lejos para presenciar la ejecución. Se trata de algo poco común en una época donde la realeza prefería mantener distancia pues consideraba el martirio algo desagradable y corriente. Sin embargo, es posible que los supuestos crímenes fueran tan fantasiosos que incluso la aristocracia demostró interés por conocer al perpetrador.
Cualquiera que haya sido la verdad tras estos crímenes, lo que no falta son detalles sobre la forma tan brutal en que ejecutaron a Peter Stumpf.
La horrorosa muerte de Peter Stumpf.
Katherina Trompin y la otra supuesta amante de Stumpf fueron condenadas a morir en la hoguera. Tratadas como hechiceras, las ahorcaron antes de atarlas a los postes, bañarlas con aceite y prenderles fuego. El final de Stumpf sería mucho más ingenioso. Para el hombre lobo de Bedburg los jueces eligieron uno de los métodos más crueles de ejecución: la rueda.
Así, el 31 de octubre de 1589, Stumpf fue encerrado en una jaula de hierro que lo transportó en un carruaje hasta Colonia, la ciudad más importante de la región. Durante ese recorrido hasta la plaza de la ciudad los residentes le gritaban y arrojaban objetos. Al inicio el hombre lobo reaccionó lanzando maldiciones sobre el populacho, pero después que casi lo linchan, se quedó quieto.
En la plaza lo ataron con cuerdas a una gran rueda de madera. Las muñecas, los tobillos y el cuello fueron firmemente inmovilizados en ángulos que le provocaron un dolor insoportable. La primera parte de su martirio consistió de alicates de metal al rojo vivo que le arrancaron pedazos enteros de piel y músculo de piernas y brazos dejando los huesos expuestos. Después, con la ayuda de un hacha y con gran habilidad, el verdugo rompió los huesos y separó los miembros del tronco, uno por uno.
Ya sin vida, la cabeza de Stumpf fue cortada con la misma hacha y separada del tronco. Aquel cuerpo destrozado fue colocado en la misma pira en que ardían sus concubinas, ejecutadas el día anterior.
En lo que respecta a la cabeza de Stumpf, la clavaron en un tronco sobre la rueda de tortura, una placa con el dibujo de un lobo fue colocada bajo la misma. La dejaron en exhibición en el centro de la plaza ante todo el público, como una advertencia para brujos y herejes.
La cabeza del hombre lobo desapareció dos noches después, dando lugar a multitud de rumores y leyendas sobre un fantasma humano con cabeza de lobo recorriendo las calles de Colonia. El fantasma del hombre lobo de Bedburg aterrorizó a la ciudad durante muchos años, llevando a los ciudadanos a buscar la bendición de San Hervé que tradicionalmente protege a las personas contra el ataque de los lobos. Levantaron una capilla en honor a San Hervé cerca de la plaza donde tuvo lugar la ejecución, hecho que cesó las apariciones del fantasma.
Es imposible conocer si Peter Stumpf fue o no culpable por los horrendos crímenes que se le imputaron en Bedburg. Pero su leyenda sobrevive, rodeando su nombre de infamia y horror, incluso considerándolo uno de los criminales más infames de su tiempo, una época plagada de superstición, brutalidad y violencia.
El artículo Peter Stumpf, el hombre lobo de Bedburg fue publicado en Marcianos.
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