Esencialmente, la mitología maya era politeísta. La religión contaba con más de 160 dioses que evolucionaron, se casaron entre sí, disputaron guerras e incluso podían morir. Todo está contenido en el Popol Vuh, el libro sagrado de esta cultura que vio su época dorada entre los años 250 y 900 d.C., ocupando una amplia zona geográfica que actualmente se extiende por el sur de México, Guatemala, Belice, Honduras y El Salvador. Pese a que fue objeto de varias modificaciones, el libro sobrevivió al paso del tiempo y a la colonización española.
El origen del todo.
En Popol Vuh se cuenta que el mundo era un océano en tinieblas, donde los dioses vivían sumergidos. Kukulkán, la serpiente emplumada, Huracán y Tepeu fueron los encargados de diseñar la Tierra, con sus valles y montañas. Después, llegó la flora y la fauna que, desde el punto de vista de los creadores, tenían un inconveniente: no escuchaban ni hablaban a los dioses. Por este motivo los condenaron a comerse entre sí.
Los tres dioses anhelaban un ser que les rindiera culto. Hicieron un ser que cumplía este deseo, pero fracasó: el hombre de barro se deslavaba o se rompía en pedazos tras sus primeros pasos. Después construyeron un modelo más fuerte, un ser de madera. Pero se molestaron bastante cuando vieron que solo se alababan a sí mismos. Llenos de ira, los dioses enviaron una tempestad de lava que erradicó prácticamente todo.
A través de la mezcla de harina de maíz, agua y sangre divina, los dioses fabricaron cuatro hombres, hermosos y capaces de mostrarles agradecimiento. Tenían una inteligencia equiparable a la de los dioses, lo que los incomodó. Por eso hicieron descender una nube sobre los ojos de los hombres de maíz, limitando su sabiduría y conocimiento a la mitad. Para recompensarlos, les dieron cuatro mujeres. Toda la humanidad habría descendido de estos ocho personajes.
El panteón de Centroamérica.
Como ya se comentó antes, existieron alrededor de 165 dioses en la cultura maya. Sin embargo, tenían deidades principales que adoraban y temían por igual.
El árbol de la vida.
Nuestro mundo se ubica en el medio de nueve inframundos (un lugar conocido como Xibalba) y 13 estratos celestiales. La ceiba sagrada (una especie de árbol bastante común en Centroamérica) conecta todas estas capas. Entre más arriba estén, más poder ostentan los dioses.
Ilustración de Itzamná por BalamTzibtah
Itzamná.
Responsable por el Universo. El señor de los cielos, del día y de la noche. Puede asumir una forma animal, típicamente la de un jaguar. Obsequió a los hombres un calendario, la escritura y poderes de sanación.
Ilustración por atomicman.
Huracán.
El señor de las tempestades, destructor de la primera raza humana. No por nada su nombre es empleado en el idioma español para definir a los fenómenos meteorológicos más destructivos que existen.
Ilustración por BalamTzibtah.
Kukulkán.
Suele asociársele con el viento y la nobleza. Es un guerrero responsable por grandes y sangrientas catástrofes.
Dibujo por sharkspecter.
Tepeu.
El diseñador que conceptualizó las tres clases de humanos.
Vucub Caquix por BalamTzibtah.
Vucub Caquix.
Ocasionalmente lo definen como un ser de Xibalba, un pájaro con los ojos plateados, dientes incrustados de jade y plumas brillantes. Debido a sus características, presumía ser el Sol y la Luna. Los Dioses Gemelos lo mataron debido a su soberbia.
Ilustración por Klodia007
Ixchel.
La diosa del arcoíris, vinculada con el amor, la medicina, los tejidos y la maternidad. También poseía un lado oscuro que solía ser representado por una serpiente en la cabeza. Provocaba los diluvios.
Ilustración por sambees.
Ixtab.
La diosa del suicidio, y era bastante popular, pues quitarse la vida no se consideraba un acto cobarde, sino una acción noble que tenía como objetivo alcanzar una existencia más próxima a los dioses.
Ilustración por SpiritAJ.
Ah Puch.
También se le conocía como Kizin (“El Apestoso”), era el dios de la muerte, en extremo malévolo y vinculado a las desgracias y los sacrificios humanos. El señor supremo del último inframundo.
Ilustración por BalamTzibtah.
Chaac.
Chaac fue una de las deidades más importantes del panteón, se le asocia especialmente con el agua y con la lluvia. Para los mayas sería el equivalente a Tláloc. Se decía que habitaba en las cuevas o cenotes, las puerta de entrada a Xibalba.
La saga heroica de los Dioses Gemelos.
En la era de los hombres de madera, los hermanos Hunahpú e Ixbalanqué jugaban un juego de pelota maya que irritó a las entidades que habitaban Xibalba. Los dioses convocaron a los gemelos a una serie de desafíos, que culminaban con un partido contra ellos.
Los hermanos superaron todos los desafíos, como cruzar un río plagado de alacranes. Y en el juego contra los dioses salieron victoriosos. Pese a haber ganado, los quemaron vivos. Pero, antes de ser ejecutados, conocieron a unos chamanes y los convencieron de resucitarlos.
Funcionó. Los dioses se mostraron sorprendidos y deseaban tener el mismo poder. Se mostraron dispuestos a morir para adquirirlo, pero los hermanos los engañaron nuevamente y no los resucitaron. Tras este triunfo épico, Hunahpú se convirtió en el Sol e Ixbalanqué en la Luna.
Bibliografía: Ancient Maya, Arthur Demarest. / Smithsonian National Museum of the American Indian.
El artículo ¿Cómo era la mitología maya? fue publicado en Marcianos.
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