Siglufjördur, una pequeña localidad dedicada a la pesca situada en el norte de Islandia, se vio afectada por una serie de tempestades el verano pasado. Cuando los obreros del estado acudieron a liberar un camino, de repente se vieron en medio de múltiples deslizamientos de tierra y la crecida de un río.
Un elemento de la cuadrilla de limpieza resultó herido y una excavadora en pérdida total. Un reportero de televisión, que arribó al lugar para examinar los daños, cayó en un pozo y tuvo que ser rescatado. La limpieza de los escombros se convirtió en un viacrucis de 10 días y en todo un espectáculo.
Los residentes de la localidad sabían que la culpa había sido de las fuertes lluvias… o de los duendes.
Sucedió que, de forma totalmente accidental, los trabajadores habían excavado alrededor de una piedra que es lo suficientemente especial como para que el folclore islandés le haya dado un nombre: Alfkonusteinn. La roca incluso tiene una leyenda en la que se ven involucrados un ser humano, un hada y la vestimenta encantada de un duende.
Los duendes islandeses, también conocidos como pueblo escondido o álfar, no son las criaturas minúsculas de orejas puntiagudas a las que estamos acostumbrados en occidente. Así lo afirma Alda Sigmundsdóttir, autora de The Little Book of the Hidden People: Twenty Stories of Elves From Icelandic Folklor (“El pequeño libro del pueblo escondido: veinte historias de duendes del folclore islandés”, en traducción libre).
Se dice que son seres majestuosos muy semejantes a los humanos, y una buena forma de pensar en ellos, según Sigmundsdóttir, es como “la versión de los islandeses para el karma”. Durante muchos años se acusó a los duendes de provocar confusión en proyectos de construcción por toda Islandia.
Viktor A. Ingólfsson, un vocero de la Administración de Carreteras y Costeras de Islandia, envió un comunicado de cuatro páginas sobre la comisión de limpieza detallando su posición oficial sobre los duendes.
“No es posible negar que la creencia en lo sobrenatural en ocasiones es motivo de preocupación para los locales”, alrededor de obras y desarrollo, según la declaración. Si existe una creencia de que determinado punto está maldito o es habitado por duendes, “entonces debe considerarse como un tesoro cultural”.
Sigmundsdóttir dice que buena parte del folclore alrededor de los duendes tiene que ver con la explicación para las difíciles condiciones de vida.
“Expertos actuales creen que este era uno de los medios a través de los cuales los islandeses intentaban controlar sus destinos en una tierra donde el clima era increíblemente riguroso e implacable”, dice la autora.
Lo que sucedió en Siglufjórdur probablemente fue más “una reminiscencia de la antigua creencia de que los hogares del pueblo escondido son sagrados”. El folclore en torno a los duendes no es una parte de la vida cotidiana de los islandeses modernos, según la autora, y en ocasiones a la prensa internacional le gusta explorar historias del llamado lobby del duende, muchas veces para consternación de los locales.
Sin embargo, la administración de carreteras finalmente desenterró la roca del duende a finales de agosto, según el periódico islandés “Morgunbladid”. Ingólfsson declaró en un correo electrónico que los locales le solicitaron limpiara la piedra para honrar el folclore.
Quizá por si acaso, o tal vez para tener suerte, los empleados lavaron la piedra con máquinas de alta presión.
El artículo El gobierno de Islandia contra los duendes responsables por deslizamientos fue publicado en Marcianos.
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