Shu Lam es una joven de tan solo 25 años que en los últimos tres ha venido ejecutando una rutina muy diferente a la de sus compañeros en la Universidad de Melbourne, en Australia: todos los días, incluso sábados y domingos, se despierta a las cuatro de la mañana para cuidar ratones de laboratorio enfermos. Y no se trata de una chica desubicada, sino de dedicación a la ciencia.
Su investigación involucra una nueva arma contra las superbactérias, los microbios que se han vuelto resistentes a todos los antibióticos conocidos y que tienen en vilo al mundo entero.
Pudiera parecer el sermón de una mamá sobreprotectora, pero es un hecho que las superbactérias se han convertido en un problema grave. Hace una semana, la Organización de las Naciones Unidas tuvo un primer encuentro para discutir el tema. Ahí se reveló que, al año, los microbios resistentes se cobran la vida de 700 mil personas (de las cuales el 32% son recién nacidos). Además, también la Organización Mundial de la Salud recientemente anunció que tres de las enfermedades de transmisión sexual más comunes (gonorrea, sífilis y clamidia) se están haciendo incurables.
Si el panorama sigue como hasta ahora, el futuro no parece nada prometedor. Se estima que para el año 2050, el número de decesos alcance los 10 millones al año, el mismo número de vidas que se cobra el cáncer. Y será extremadamente costoso: si no se hace nada, las superbactérias podrían costarle a la economía global unos 100 billones de dólares.
Las superbactérias se forman a causa del uso excesivo de antibióticos. Básicamente lo que sucede es que, con tantos antibióticos en circulación, las bacterias comunes terminan “acostumbrándose” y creando resistencia, generación tras generación, a los medicamentos que conocemos.
Aquí es donde entra la investigación de Shu Lam. Valiéndose de cadenas de proteínas, la joven científica creó pequeñas moléculas con la forma de una estrella, conocidas como polímeros péptidos. Estas moléculas funcionan como pequeñas sierras eléctricas: la forma puntiaguda de las estrellas rasga la capa superficial que protege a la bacteria, lo que eventualmente posibilita que el microbio muera.
El gran triunfo de las “estrellitas” de Lam es que solo atacan a las bacterias, pues son demasiado grandes como para ingresar a las células saludables del ser humano. Por su parte, los antibióticos crean una onda tóxica que termina matando a muchas células saludables de la persona enferma, acabando con la resistencia del paciente.
El primer paso, que implica hacer las pruebas en ratones de laboratorio, ya se dio: Lam puso a prueba sus estrellas moleculares en seis ratones, cada uno infectado con un tipo de superbactéria diferente. En cada uno de los animales, incluso tras varias generaciones de mutaciones en las bacterias, las estrellas terminaron ganando la batalla.
Ahora, Lam espera que su innovadora propuesta atraiga el financiamiento de las grandes compañías farmacéuticas, para que de una vez por todas se detenga el uso indebido de los antibióticos.
El artículo Joven científica crea “arma” para combatir superbactérias fue publicado en Marcianos.
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