Mientras surcaba los cielos sobre el Océano Pacífico en la ruta Japón – Indonesia, Tomoyuki Tanaka estaba absorto en sus pensamientos. El último proyecto de película propuesto por el productor cinematográfico simplemente se había esfumado y necesitaba ideas frescas para presentarles a sus superiores en la Toho Pictures Inc.
¿Pero, qué cosa? En 1952 la productora RKO Pictures, con sede en Hollywood, había hecho un relanzamiento de King Kong, su clásico de 1933, y volvió a tener éxito. The Beast From 20,000 Fathoms, otra película del género, había significado un rotundo éxito de taquilla para la Warner Bros. en 1953. La audiencia simplemente vivía maravillada con este género. Tanaka necesitaba un monstruo, un monstruo bastante grande.
Sin embargo, la colosal criatura de Tanaka sería propia de Japón desde su concepción y hasta la última película, Shin Gojira (Godzilla Resurge), lanzada el pasado mes de julio en Japón. Hasta el momento, es la tercer película más taquillera del 2016 en el país. En los Estados Unidos, la película se mantuvo en los cines una semana a partir del día 11 de octubre, y lo que pasó quizá sea un reflejo de lo que Toho Pictures ya sabía: las películas de Godzilla producidas en Japón tienen mucho más éxito entre las audiencias locales, no con los extranjeros. Después de todo, Japón es una isla cultural definida por el océano que la rodea.
“Godzilla está muy arraigado en la concepción que tienen los japoneses sobre sí mismos”, dice William Tsutsui, historiador y presidente del Arkansas’s Hendrix College. “Si le preguntas a una persona japonesa sobre su país, lo primero que te dirá es: ‘Japón es una isla’”. Este es un detalle particular. Para la cultura de la isla, la presencia del mar es tan reconfortante como peligrosa. Una isla es un sitio aislado, aunque accesible, enclaustrado, pero vulnerable. Las islas son vulnerables a las invasiones de todo tipo.
En la película original de 1954, Godzilla habita en algún lugar de ultramar, espacial y temporalmente aislado del resto del mundo, confinado en su propia isla autosustentable. Y así sucede, hasta que una bomba de hidrógeno lo empuja al mundo moderno, de la misma forma que las bombas atómicas durante la Segunda Guerra Mundial arrojaron a los japoneses al mundo nuclear. El equipo que trabajó en la creación de Godzilla vio este monstruo como una analogía para la arrogancia de los humanos y para el temor a las bombas nucleares. Era una película oscura con tintes políticos.
Tras la guerra, la vulnerabilidad de los japoneses se hizo más grande. La nación era un testigo próximo a la Guerra Fría entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, dos superpotencias nucleares enfrascadas en una guerra discreta, que mostraban su poder lanzando bombas de hidrógeno en la atmósfera, en el agua y en las islas deshabitadas del Pacífico Sur. En 1954, la prueba nuclear Castle Bravo en el atolón de Bikini se convirtió en la detonación más grande realizada por el gobierno de los Estados Unidos. La explosión fue tan enorme que la lluvia radiactiva sobrepasó la zona de seguridad y empapó a un pesquero japonés de nombre Lucky Dragon 5, enfermando a 23 miembros de la tripulación por envenenamiento radiactivo.
El público estadounidense ni siquiera escuchó del incidente. Sin embargo, para los nipones fue noticia de primera plana. Y cuando todo ese atún contaminado llegó al mercado, los ciudadanos realmente se alarmaron, simplemente dejaron de comer atún. “Quitarles el atún a los japoneses es como quitarles los carbohidratos fritos a los estadounidenses”, dice Tsutsui. “Un buen susto los mantendría alejados de ellos, pero no durante mucho tiempo”.
Tanaka, el productor de cine, ponderó la genialidad de las películas de monstruos estadounidenses para hacer dinero, y vio una oportunidad en la posguerra para fabricar un monstruo japonés icónico, parido de una prueba nuclear que falló. ¿Quién mejor que los nipones para contemplar las consecuencias de la división de átomos? Toho Pictures aceptó.
El nombre del monstruo en Japón, Gojira (ゴジラ), es un acrónimo de las palabras gorila y kujira, el término japonés para ballena. El departamento de promoción del estudio cinematográfico anglicanizó el nombre de Godzilla cuando vendió la película a los distribuidores estadounidenses. Cuando se lanzó en Japón, Godzilla se encontraba entre las 10 películas más taquilleras, y rompió el record de ventas el día de su estreno en Tokio.
Décadas después del nacimiento de Godzilla, el único monstruo conocido con aliento atómico, se convirtió en mucho más de lo que Tanaka hubiera imaginado en 1954: un ícono cultural de Japón, dando origen a un género de cine llamado kaiju (strange beast), y 28 películas más de la franquicia.
Godzilla es un personaje amado en Japón. El monstruo favorito de los nipones está en todas partes: promociona productos, es mascota de los equipos de fútbol e incluso tiene su propio sello postal en el correo japonés. Las películas han evolucionado al personaje desde un poder destructivo de la naturaleza a un benevolente protector, un luchador cómico y viceversa, en un ciclo que ensombrece los sentimientos culturales de Japón sobre ellos mismos, sobre sus sistemas de defensa, sus temores nucleares y sobre su política.
La última película, afirma Tsutsui, regresa a los orígenes políticos de Godzilla. “Esencialmente, va contra la clase política. El mensaje es: la amenaza más grande para Japón no es, irónicamente, un gigantesco lagarto que emerge del océano. La amenaza más grande es un gobierno que no puede hacer frente a un enorme lagarto emergiendo del océano”.
El artículo Los orígenes de Godzilla fue publicado en Marcianos.
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