Quizá parezca extraño, pero uno de los mejores indicios de una buena obra cinematográfica es su capacidad para hacer llorar al público. Evidentemente no es suficiente con esto, pero cualquier respuesta emocional del público, en términos del cine se considera un acierto, pues en una obra de esta clase se combina una variedad de artes como la interpretación, música, escritura y fotografía, entre otras, con el objetivo de atrapar al espectador y sumergirlo en una historia.
Si eventualmente dicha historia logra influenciar un estado emocional como el llanto en el público, se considera un indicio claro y observable – podría decirse que también cuantificable – de la efectividad en la unión de estas artes para afectar a las personas.
Con esto no quiero decir que una película que no te hace llorar, reír, sentir miedo o angustia, sea mala. Pero es un hecho que el público, de forma general, interpreta la influencia en su estado emocional como una cualidad extra en una obra cinematográfica. Es precisamente por su capacidad de influenciar el estado emocional de las personas que el cine se utiliza para una cosa que ni siquiera te imaginas: estudios cerebrales.
Películas que provocan emociones.
En diversas ocasiones, los especialistas en el cerebro se ven en la complicada situación de desencadenar emociones específicas en sus pacientes con la finalidad de cuantificar determinadas actuaciones en conjuntos específicos de grupos neuronales.
Estos estudios resultan en conocimiento adicional sobre el funcionamiento del cerebro, lo que abre la puerta para una mayor variedad de tratamientos, ya sea para ayudar en la rehabilitación de personas que sufren accidentes cerebrovasculares, en el perfeccionamiento de medicamentos contra la depresión o en el estudio de neurotransmisores para comprender el poder destructivo de determinados fármacos.
Así, en determinado momento un científico se ve en la necesidad de inducir sufrimiento en sus “conejillos de indias” con la finalidad de entender cómo se traduce dicho sufrimiento en la mecánica cerebral.
Y fue gracias a esta extraña necesidad, de encontrar algo efectivo y garantizado que provocara en las personas ganas de llorar, que se llegó a otra extraña conclusión: la película más triste de la historia es una obra de pelea.
Pero antes de hablar como una película de pelea logra generar en las personas ganas de llorar, necesitamos saber cómo se llegó a dicha conclusión.
Buscando la película más triste.
La búsqueda por la película más triste de la historia inició cuando James Gross, un estudiante de la Universidad de California en Berkeley, y su profesor de psicología, Robert Levenson, decidieron unir esfuerzos para encontrar las escenas de películas que provocaran la emoción más poderosa en las personas. En 1988, Levenson y Gross empezaron a compilar una lista con escenas de películas cargadas emocionalmente, solicitando sugerencias de “colegas, críticos del cine y empleados en tiendas de video”, así como de estudios científicos que se habían valido de algunas películas para estudiar emociones.
Partiendo de esta lista, filtraron nada menos que 76 escenas que consideraron “infalibles” y capaces de provocar siete emociones: felicidad, sorpresa, disgusto, ira, tristeza, miedo y diversión. Parece sencillo, pero resulta una tarea sumamente complicada.
Una vez que obtuvieron esta selección suprema con las más poderosas escenas emocionales, se dispusieron a mostrar las 76 escenas a 500 estudiantes de Berkeley.
Franco Zeffirelli
Tras cada escena, los alumnos debieron llenar un breve cuestionario especificando cuales eran las emociones que experimentaron, así como el grado de intensidad de dichas emociones. Partiendo de estos resultados, Levenson y Gross tabularon una puntuación que les permitió identificar 16 películas que se revelaron como las más eficaces del grupo inicial, que ya era bastante fuerte.
Y así fue que apareció la película más triste en la historia de la humanidad: The Champ (1979), dirigida por un auténtico maestro, Franco Zeffirelli.
El Campeón.
En esta película Jon Voight, el padre de Angelina Jolie, es una estrella del box olvidada y en la amargura, que regresa al ring con la esperanza de proporcionar a su adorable hijo, TJ, una vida mejor.
Emotion Elicitation Using Films, James J. Gross y Robert W. Levenson, gráfica pag. 92.
De hecho, Levenson y Gross encontraron que The Champ era la campeona en noquear a los espectadores. Una mayor cantidad de alumnos informó sentir más tristeza después de observar el final de la película que aquella experimentada después de ver cualquiera de las otras 75 escenas.
En el segundo lugar quedó la muerte de la madre de Bambi.
¿Cómo The Champ logra hacer llorar a los espectadores?
Billy Flynn (interpretado por Voight) es un antiguo campeón de boxeo que ahora se dedica a entrenar caballos en Hialeah, Florida. Apenas gana dinero suficiente para el sustento de su hijo, TJ, sobre el que Flynn tiene la custodia total desde que su esposa, Annie, lo abandonó – 7 años antes del desarrollo de eventos en la película. TJ adora a su padre, “The Champ”, que tiene deudas de juego y empieza a trabajar más en el intento por proporcionar un futuro mejor a su hijo.
De repente, Annie regresa con la intención de involucrarse en la vida de TJ. Billy tiene deudas, por lo que decide regresar al boxeo. Eventualmente, termina en la calle y Billy logra acordar algunos combates. Sin embargo, sus vidas se encuentran cabeza abajo cuando Annie se aparece para decir que quiere recuperar la custodia. Después de volverse a casar, ahora se encuentra bien en la vida.
Billy se ve en la imperiosa necesidad de ganar dinero suficiente para ganar la batalla en los tribunales y no perder la custodia de su hijo. Así, se vuelca totalmente en una intensa rutina de entrenamiento, para mantener a TJ y ganarse su respeto. TJ pasa algún tiempo con su madre, que intenta comprarlo con regalos costosos con los que Billy no puede competir. Billy siente resentimiento de haber cuidado a TJ durante todos esos años y que ella simplemente se aparezca para recuperar la custodia del niño.
La película termina con Billy aceptando un encuentro de box para intentar obtener el premio, pero su oponente es un peleador formidable. Al final, Billy termina llevándose la victoria. Y con todos en el vestuario, incluido TJ, empieza la celebración. Sin embargo, por aquel logro tuvo que pagar un precio muy alto: Billy muere ahí mismo.
La mecánica de la tragedia.
La razón por la que esta película logra hacer llorar al público se encuentra en su mecánica. En la trama, toda la película nos solidarizamos con un hombre que se ve abandonado con un niño, con el deseo de TJ de ver a su padre finalmente como un campeón. En el fondo, se trata de no perder al padre. Y es precisamente lo que sucede.
Todo en la obra parece conducirnos a un desenlace de superación, donde el padre finalmente gana, se queda con TJ, celebra y es feliz el resto de su vida. Pero las cosas no suceden así. Billy Flynn termina ganando la gran pelea contra todas las probabilidades, pero en una trágica jugada del destino termina repentinamente muerto después de la pelea. En la escena final, la más dolorosa de la película, el pequeño TJ llora desconsoladamente aferrándose al cuerpo sin vida de su padre “Champ, Champ… despierta Champ”. Pero ya no despierta.
Esa frustración dramática final lleva al espectador a un estado de empatía absoluta con el niño y produce un sentimiento de desesperanza frente a un niño que perdió a su padre y a su ídolo de una sola vez. El desafío de la pelea se convierte en una metáfora de la vida adulta, de modo que la muerte del campeón genera una nueva frustración cuando se desenlaza del conflicto principal.
Al conectarse afectivamente con el padre, el público experimenta el dolor de dejar a un hijo solo en el mundo, y también la frustración de ver que ganó la batalla, pero perdió la guerra. Pero es la conexión afectiva con TJ la que produce el peor de los sentimientos humanos, de cierta forma un sentimiento primal, que es el desamparo. Esta es la escena final:
Las más solicitada.
The Champ tuvo tanto éxito induciendo una respuesta emocional aguda que posteriormente Levenson y Gross publicaron sus hallazgos en 1995, mismos que estudios de diversas ramas científicas emplearon para lograr exactamente eso. Una investigación por palabra clave en Google Scholar devuelve más de 4000 estudios que, por una u otra razón, requerían temas tristes y se volcaron en The Champ para hacer el trabajo.
Resulta un poco extraño que, desde un punto de vista científico, mucho de lo que aprendimos sobre las emociones en las últimas dos décadas puede atribuirse a The Champ (1979), una película casi contemporánea de “Rocky” pero que fue olvidada desde hace mucho tiempo, y estuvo en cartelera cuando Jimmy Carter aún era presidente. Resulta muy posible que, con el tiempo, una nueva película más triste que The Champ aparezca, pero es innegable el poder emocional de esta película. Creo que The Champ incluso influenció otras películas que intentaron aplicar el mismo mecanismo, como La vida es bella (1997).
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