Los humanos han masticado goma de mascar (y sustancias parecidas) desde tiempos inmemoriales. Entre los registros más antiguos de esta práctica tenemos a la civilización griega, que masticaba almáciga obtenida a partir de la resina del árbol Pistacia lentiscus. La antigua cultura maya también consumió chicle, nombre con el que se denominaba a la savia del árbol chicozapote (Manilkara zapota), hace alrededor de un milenio.
Los indígenas de los Estados Unidos masticaban sabia de los árboles del género píceas, y los colonos europeos adquirieron el hábito de estos, pero agregaban cera de abeja. A mediados del siglo XIX, se popularizó la goma de mascar hecha a partir de cera de parafina saborizada y endulzada.
El chicle de Santa Anna y la creatividad de Adams.
Para 1870, tuvo lugar una reunión de negocios entre el inventor Thomas Adams y el infame ex presidente de México, general Antonio López de Santa Anna, que se encontraba exiliado en Nueva York intentando recaudar fondos para armar un ejército que le permitiera marchar a la Ciudad de México y recuperar el poder.
Santa Ana pretendía vender el chicle mexicano a los estadounidenses, en un esquema donde quería introducirlo como un aditivo al caucho natural para reducir los costos. En aquella época, el caucho natural era extremadamente costoso, y si alguien podía encontrar una forma para reducir sus costos de producción, indudablemente ganaría millones.
El general llevaba un cargamento de chicle de una tonelada y se lo entregó a Adams, con la esperanza de que pudiera hacer algo con el producto. Algunas versiones dicen que lo persuadió de comprar el chicle.
Un momento eureka.
Más de un año después de experimentar con la sustancia, intentando vulcanizarla para fabricar botas impermeables y juguetes, Adams se encontraba en un callejón sin salida. Sintiendo que había fracasado, el inventor estaba a punto de desechar el lote entero de chicle cuando recordó el placer con el que Santa Anna lo masticaba.
Decidió hacer una mezcla del chicle en su propia cocina esa tarde y le dio una oportunidad. El resultado fue un momento eureka: una goma de mascar más blanda, suave y muy superior en sabor a la goma de mascar de parafina que se encontraba en boga.
La revolución de la goma de mascar.
Adams enrolló aquella goma de chicle en pequeñas bolas y las empacó en unos coloridos pañuelos de papel. El producto resultante fue llamado “Adams New York Snapping and Stretching Gum”, que el propio Adams promocionó en las boticas del vecindario para ver si podía hacer entregas regulares. En los días posteriores, fueron tantas las órdenes que Adams tuvo que establecer una operación para hacer goma de mascar en grandes cantidades.
Eventualmente le resultó imposible fabricar todos los pedidos que le hacían, por lo que inventó una máquina para manufacturar goma de mascar, misma que patentó en el año de 1871.
Black Jack.
En 1875, Adams tuvo el acierto de agregar regaliz como saborizante y llamó a su nueva goma de mascar “Black Jack”. Fue la primera goma de chicle saborizada en el mercado y la primera goma de mascar que se vendía en barras. Fue un éxito rotundo, y se vendió bastante bien durante más de 100 años.
En 1888, la compañía volvió a innovar cuando introdujo la primera máquina vending a los Estados Unidos. Instalaron varias en las estaciones del subterráneo de la ciudad de Nueva York, permitiendo a los clientes disfrutar Black Jack y el nuevo sabor de la compañía: Tutti Frutti.
Los populares Chiclets.
En 1899, Adams se apoderó de un monopolio al unir los seis fabricantes más grandes de goma de mascar en la American Chicle Company. Uno de los productos más populares de la compañía, Chiclets, fue idea de un vendedor de dulces que envolvió el chicle en una capa dura. Chiclets vino a formar parte de la American Chicle Company hasta 1914.
En el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, la demanda de goma de mascar superó a los suministros de chicle, por lo que se desarrollaron nuevas resinas y bases de goma sintética como sustitutos.
Santa Anna jamás recibió ganancia alguna de la venta de chicles o financiamiento para el ejército que esperaba organizar, pero le permitieron regresar a México poco antes de su muerte en 1876. Thomas Adams murió en 1905, y sus hijos quedaron a cargo del negocio hasta que la American Chicle Company fue adquirida por Warner Lambert en 1960.
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