Anton LaVey es responsable por un procedimiento ritual conocido como misa negra en el que se imitan las celebraciones católicas, pero con alabanzas dirigidas a Satanás. Los registros más antiguos sobre estas versiones retorcidas de la misa cristiana se remontan al menos al siglo III. Ya en la Edad Media, los principales sospechosos de practicar misas negras eran los judíos y mujeres que supuestamente ejercían la brujería.
En la década de 1960 Anton LaVey, líder de la Iglesia de Satanás, reformó este ritual que invierte los preceptos cristianos. Desde esa época, diferentes satanistas alrededor del mundo han adoptado la práctica.
La misa del catolicismo.
Para entender el tema primero se debe comprender el ritual tradicional, así como los diversos elementos involucrados. Más abajo, encontrarás una comparación con la misa negra.
El altar del sacrificio.
Se trata de un altar, generalmente hecho de piedra, que simboliza el sacrificio de Jesucristo para la salvación de la humanidad – también hace referencia a las historias de sacrificios animales presentes en el Antiguo Testamento. Sobre este altar podemos encontrar un cáliz que sirve como contenedor para el vino que simboliza la sangre de cristo.
Personajes ilustres.
En las iglesias católicas es bastante común encontrar vitrales con escenas del viacrucis (el nombre que le dieron a la trayectoria que siguió Jesús desde que lo condenaron hasta su muerte en la cruz). Además, en estas representaciones también se incluyen detalles sobre la vida de los santos y de la virgen María, que sirven de ejemplo para los fieles.
El arte sacro.
Al interior de una iglesia podemos encontrar cuadros, esculturas y los antes mencionados vitrales esparcidos por las paredes para recordar aquellos momentos destacados en la vida de Jesús y de los santos. Mantas blancas decoradas cubren el altar y el púlpito. La iluminación típicamente es blanca.
La misión de los fieles.
Las misas católicas generalmente se llevan a cabo durante el día o al atardecer. A los católicos se les orienta a asistir a estas celebraciones, al menos, una vez por semana (preferentemente los domingos). También se les recomienda el bautizo, la primera comunión y la confesión una vez al año.
Un espacio santo.
En cada templo católico se deben cumplir algunos requisitos para que se le considere como tal: un altar, un santuario cerrado con llave (y permanentemente iluminado por una lámpara pequeña) donde se guardan las hostias y un ostensorio colocado en el sitio de representación.
Las oraciones.
Hasta la década de 1960, las oraciones hechas en misa eran en latín. En el 2007, el papa Benedicto XVI liberó la práctica una vez más. Independientemente del idioma, las oraciones siguen un formato donde se organiza la liturgia en cuatro fases – los ritos iniciales, liturgia de la palabra, liturgia eucarística y ritos finales.
El vino.
La bebida se considera sagrada y simboliza la sangre de Jesús. Suele servirse en celebraciones especiales y puede sustituirse con jugo de uva para evitar que los sacerdotes que celebran varias misas al día consuman alcohol en exceso.
La vestimenta.
Todos los presentes deben vestir sin mostrar demasiado el cuerpo. En las culturas más tradicionales, a las mujeres se les orienta a cubrirse la cabeza con una manta como una forma de respeto. Shorts, bermudas y ropa oscura o de colores brillantes no se recomiendan para asistir a misa.
Los cánticos.
En cada fase de la misa hay cantos específicos, todos seleccionados cuidadosamente por miembros de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM). Las innovaciones en el repertorio y los cambios en las letras o en el estilo musical están terminantemente prohibidas.
La hostia.
El clímax de una misa se encuentra en la consagración de la hostia: la transformación de un trozo finísimo de pan en el cuerpo de Cristo, que es entregado a los fieles de la mano del padre. De acuerdo con la fe católica, es el momento en que se tiene un contacto directo con el hijo de Dios.
Los asistentes.
Corresponde a los diáconos (personas con preparación para sustituir al padre), acólitos (jóvenes auxiliares) y líderes organizarse para cuidar la limpieza de la iglesia, la decoración, los cantos y la lectura de los pasajes de la Biblia.
Los celebrantes.
Los padres son los encargados de conducir la celebración. Ante la falta de estos, los diáconos pueden asumir el cargo, pero no tienen autorización para bendecir la hostia – por este motivo las que usan ya están consagradas.
La misa negra.
Estos rituales imitan a las misas católicas hasta en los más mínimos detalles.
El altar del mal.
También está construido de roca, idealmente oscura. En la ceremonia se simula la muerte de Jesús, pero sin la resurrección: el hijo de Dios es tomado prisionero y derrotado por demonios y fuerzas malignas que, según la creencia de los satanistas, terminarán superando al creador. El cáliz es dorado y presenta diversos símbolos satánicos.
Los celebrantes.
Además de lanzar ofensas a los principales santos del catolicismo, el templo está dedicado a algunos demonios retratados a través de esculturas y pinturas. Tradicionalmente, la tríada satánica de Belcebú, Lucifer y Astaroth es la más homenajeada. Los presentes toman como referencia la Biblia satánica, de Anton LaVey. Es de este libro de donde salen las oraciones y los pasajes usados en las celebraciones.
Decoración al revés.
Allí se exhiben pieles y cabezas de animales muertos, velas negras y lámparas oscuras. Las pequeñas ventanas son cubiertas y las mantas deben ser de color negro. En la pared, una serie de pentagramas e imágenes apócrifas muestran diversos insultos contra los santos católicos.
Los adoradores del mal.
Se trata de los seguidores de Satanás y sus demonios. Raramente pueden encontrarse personas ateas en estos sitios, pues los participantes deben creer en algún tipo de entidad sobrenatural – en este caso, fuerzas malignas capaces de proporcionar atracción sexual, poder o dinero.
Espacio profanado.
Las misas negras se llevan a cabo a la medianoche. Idealmente en una capilla católica abandonada. El crucifijo es colocado de cabeza y las hostias pueden resguardarse en un sitio oscuro. Mientras que el altar, que simboliza los sacrificios, también es el centro de todo el ritual.
Las oraciones en latín.
Al comienzo de la misa negra, el sacerdote emplea un adagio para solicitar la presencia de Lucifer, Astaroth, Belcebú y Lilith. Los satanistas adoran a estos demonios con frases en latín. El ritual está repleto de frases que contienen “Ave, Satanus” (Salve, Satanás).
Los asistentes del diablo.
Se trata de líderes en la comunidad de fieles satánicos que cuidan de la decoración del templo y de cada detalle, como la música y los textos recitados en el ritual. Los recién llegados participan cantando y rezando, pero debe pasar cierto tiempo antes que empiecen a involucrarse en las actividades de mayor responsabilidad.
Los celebrantes renegados.
Se hace necesaria la presencia de un sacerdote que haya sido excomulgado o haya roto lazos con la Iglesia. Sólo él tiene el conocimiento para llevar a cabo una versión invertida de la misa. Ante la escasez de sacerdotes renegados, los gurús satanistas suelen conducir la ceremonia.
El vino corrompido.
Está contaminado por elementos que evocan a la oscuridad y el infierno como la sangre, esperma humano (muchas veces recolectado en la misma ceremonia) y orina. También se consagra de una forma retorcida y, después, se sirve a los fieles. Entre más alcohólica sea la bebida, mejor.
La vestimenta atrevida.
Típicamente ropa oscura o completamente desnudos: es común que los sacerdotes se hagan acompañar por mujeres desnudas, aunque estos suelen llevar túnicas negras y rojas. Las camisetas de bandas musicales, escotes pronunciados, vestidos ajustados: todo está permitido, pero lo ideal es que los asistentes se quiten los zapatos y se pongan una túnica oscura con capucha.
Los cánticos.
Death metal, black metal y variaciones de rock pesado. En el repertorio hay bandas como Cannibal Corpse, Gorgoroth y God Macabre. Las oraciones, siempre en latín, también pueden verse acompañadas por un fondo musical pesado.
La hostia contaminada.
La receta original de la hostia está alterada y se incluyen elementos como orina o sangre (esta última se extrae de los asistentes, que permanecen desnudos en el altar). La hostia debe consagrarse por un padre renegado para tomar prisionera la santidad de Dios. En ciertos casos, se sirven rebanadas de manzana, el supuesto fruto prohibido que la serpiente convenció de comer a Adán y Eva. En la Francia del siglo XVII, las misas negras debían concluirse con una orgía entre todos los participantes, incluido el sacerdote.
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