Resulta realmente complicado encontrar un parámetro que pueda considerarse normal o no. Mientras que para algunas personas ser normal implica apegarse a ciertos comportamientos socialmente estandarizados, para otros tiene que ver con regirse por determinados preceptos religiosos, y así de forma sucesiva. Por eso, muchas veces solemos confundir la normalidad con la calma, pasividad y obediencia, aunque una cosa no necesariamente dependa de la otra.
Podemos confirmar esto en nosotros mismos, en todas aquellas veces que hemos tenido una impresión equivocada sobre alguien por su peculiar forma de vestir o por que lleva un corte de cabello diferente. Aparentemente es alguien que no encaja en aquello que se considera normal.
Lo mismo pensamos de aquellas personas que abrazan las causas en las que creen de una forma efusiva, peleando por ellas siempre, aunque sea necesario incluso salir a la calle a levantar carteles o gritar consignas. Efectivamente, la apariencia no tiene nada que ver con la esencia humana, pero esto parece particularmente difícil de asimilar.
Es difícil porque la sociedad actual juzga a partir de aquello que se ve, aquello que se posee, las marcas que se visten, del poder adquisitivo, lo mucho que se consume. Con esto, resulta cada vez más difícil apreciar lo esencial de cada individuo, aquello que la persona realmente posee dentro de sí y logra vivir, practicar, sin lastimar a nadie que se atraviesa en su camino.
Lo verdaderamente importante se encuentra en nuestras acciones, no en aquello que hablamos o aparentamos ser ante los demás.
En los núcleos familiares, no es raro etiquetar de ovejas negras precisamente a esas personas que contestan, que se atreven, que enfrentan aquello que, aunque haya sido establecido hace mucho tiempo y por varias generaciones, debe cambiar y renovarse, con el objetivo de romper una falsa base de comodidad que se ha perpetuado durante años.
Y es que nadie está obligado a mantener un matrimonio fracasado o a vestirse según la moda, solamente porque siempre fue así entre los familiares. Son esos que se atreven a promover avances los que abren nuevos caminos a mucha gente sin coraje.
Por lo tanto, se requiere de mucha cautela a la hora de juzgar a alguien que ya ha sido juzgado, por las personas o por sus familiares, como una oveja negra, dado que solamente la convivencia y el tiempo son capaces de revelar la esencia de cada uno.
Muchas veces, simplemente se trata de personas que no siguieron las reglas y comportamientos dictados como una norma, sabrá Dios por quién o porqué, individuos que decidieron vivir siguiendo aquello que les dictaba su corazón. A fin de cuentas, se trata de alguien que no se permitió ser aceptado por los demás a cambio de su propia felicidad.
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