Por mucho que sepamos que la felicidad depende de nosotros mismos, de la forma en que enfrentamos la vida, los hechos, los días y sus tribulaciones, hay personas que parecen poseer el don de impedir la paz en aquellos que los rodean.
Si ya resulta complicado mantener la serenidad en este mundo tan violento, en el que las crisis económicas saltan de todos los rincones y el trabajo nos quita demasiado tiempo y energía, se hace casi imposible sonreír cerca de aquellas personas que no hacen más que reclamar y criticar, y peor aún, en voz alta.
Existen personas que parecen jamás estar bien, como si nada en este mundo pudiera satisfacerlas, toda vez que no pueden pasar un día sin verle el problema a todo.
Si están de vacaciones, se sienten aburridas. Cuando están trabajando, viven cansadas. Si están de viaje, se quejan del hotel. Cuando están bien de salud, alguna preocupación los perturba. Siempre se sienten incomodadas con alguien que afirman las trata mal, como el jefe al que tachan de maleducado, como el amigo al que acusan de ausente.
Igualmente, nada de lo que hagamos o digamos por ellas tiene algún efecto positivo, nada tiene el poder para sacarlos de ese círculo vicioso de lamentos e infelicidad constantes. Por mucho que lo intentemos, por más que les mostremos el lado bueno de las cosas y de las personas, nada podrá convencerlas de que muchas causas de sus infinitas quejas se encuentran en ellas mismas.
Viven demasiado acostumbradas a ver solamente más allá de sus narices, con ojos negativos, por lo que observar su interior se convierte en una tarea imposible.
Esto no quiere decir que no debemos intentar ayudar a aquellos que se están perdiendo lo bueno de la vida, sumidos en la amargura de sus miradas. Tampoco nos impide intentar comprender que dicho comportamiento seguramente proviene de un historial complicado.
No podemos juzgar a las personas solamente por lo que conocemos de su presente, pues seguramente han tenido que pasar por mucho hasta llegar allí, es decir, según el grado de proximidad que tengamos, nos corresponde orientarlas en ese sentido.
Pese a esto, si no logramos impulsar un cambio en el comportamiento del otro, y mantiene su postura pesimista, reclamando y lamentándose más allá de la cuenta, esto terminará interfiriendo con nuestra vida, pues es prácticamente imposible sonreír al lado de alguien negativo.
De ahí la importancia de mantener a nuestro lado a personas de bien, gente positiva, gente que lucha, para que no nos rindamos en nuestra búsqueda por la felicidad, para que nuestros sueños no se vean neutralizados en la negatividad de nadie.
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