A lo largo de la historia se han registrado múltiples casos. Uno de los periodos más “mortales” del baile aconteció entre las décadas de 1920 y 1930, años en que se volvieron bastante populares los maratones de baile a lo largo y ancho de los Estados Unidos. Eran tiempos de desempleo y miseria, el auge de la Gran Depresión estadounidense.
Las personas, desesperadas, bailaban sin cesar hasta que solo quedaba uno de pie. Y el premio justificaba tanto sacrificio: entre US$ 1 mil y US$ 5 mil. Las reglas de estos maratones generalmente autorizaban, cada dos horas, diez minutos para descansar, comer e ir al baño. El maratón de baile más largo demoró 2,831 horas (117 días). La pareja vencedora terminó llevándose míseros US$ 2,650.
Por supuesto que locuras como estas nunca terminan bien. El caso más conocido fue el de un hombre llamado Homer Morehouse, tenía 27 años cuando sufrió un paro cardiaco por haber bailado durante 87 horas, poco más de tres días y medio. Varios otros participantes perdieron la vida al entrar en coma. Una mujer fue descalificada cuando empezó a alucinar, imaginando que un grupo de hombres armados pretendía asesinarla.
Se estima que el esfuerzo por día en estas maratones de baile equivalía a caminar alrededor de 65 km, un esfuerzo que podía concluir en infartos o arritmias. Si al esfuerzo físico le sumamos la deshidratación y la privación del sueño podemos tener episodios de insuficiencia renal, aumento en la temperatura corporal, lesiones musculares, accidentes cerebrovasculares e incluso problemas neurológicos, como las alucinaciones y el coma.
Tras un número cada vez mayor de tragedias, las competencias de este tipo fueron perdieron popularidad. En la actualidad, los episodios fatales en las pistas de baile suelen estar relacionados a la falta de preparación física (en 2012, un hombre murió mientras ejecutaba la coreografía del caballo de “Gangnam Style”) o con coreografías muy arriesgadas (el año pasado, un bailarín de break dance se rompió el cuello cuando dio un mortal hacia atrás en una presentación en Francia).
Fuentes:
Baile de ilusiones, película de Sydney Pollack.
¿Acaso no matan a los caballos?, novela de Horace McCoy.
El artículo ¿Ha muerto alguien de tanto bailar? fue publicado en Marcianos.
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