Soy incapaz de leer más libros. No es que no quiera. Simplemente no puedo. Siempre leí mucho, y lo sigo haciendo. Pero desde hace algunos años, que me haya alimentado compulsivamente de Internet me ha provocado un efecto secundario que todavía no sé cómo explicar muy bien.
Solo sé que ahora, cada vez que un libro llega hasta mis manos, no puedo leerlo, me cansa muy fácil. Si el texto no me “engancha” rápido, tengo que hacer un enorme esfuerzo para seguir adelante con la lectura.
Y no solo con los libros en papel. Lo mismo sucede con los libros digitales. No tiene nada que ver con el medio. El problema está relacionado con la longitud del texto.
Esta situación me ha provocado cierta angustia. ¿Acaso olvidé cómo leer? ¿Me convertí en un ser perezoso? ¿O será que solo me acostumbré a leer algunos cuantos artículos cortos y, de preferencia, con unos links?
Creo que no. En serio, nunca había leído tanto como ahora. Me paso todo el día leyendo. Pero leo trozos, fragmentos sin conexión alguna.
Sí, el efecto es bien conocido y lo previeron hace algunos años:
Se va el disco entero, entra la canción.
Se va la película, entra la serie.
Se va la serie, entra el corto de YouTube.
Se va la barra del bar, entra Facebook.
Se va el libro, entra el post o artículo.
Todo lo que antes se consumía en tamaño familiar, en pastillas enormes, hoy se consume en porciones diminutas.
Desde hace mucho tiempo la gente ya sabía que esto sucedería. Pero lo que aún no tenía sentido para mi es que ese fenómeno de la cultura bocadillo me quitaría algo y me impediría leer textos largos. Por qué una cosa es que te des cuenta que existe una nueva forma de leer (circular y no lineal) y pasar a usarla. Y otra muy diferente es que pierdas la capacidad de concentración.
Yo quería agregar una forma nueva, pero no quería perder la forma vieja.
Internet ha provocado en mí, y quizá también en ti, una disminución en la atención, un efecto muy parecido al observado en un paciente con Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH). No es que dicha dificultad para concentrarse sea un TDAH (que es de índole neurobiológico con subyacentes genéticos), pero tiene esa característica común.
Además, los mismos parámetros de diagnóstico de TDAH frecuentemente están siendo revisados debido a esa alteración del comportamiento, especialmente en las escuelas.
Ya lo intenté todo, busqué aquellos libros de ficción imperdibles, llenos de viajes a lugares distintos con hazañas imposibles, obras que hubiera devorado en mi adolescencia… pero 10 minutos después lo que vuela muy lejos es mi atención.
Regreso una y otra vez al inicio del párrafo. Ni siquiera pude terminar de leer la biografía de Steve Jobs. Frecuentemente me quejo del autor “sí, ya entendí, pero vamos al grano, deja de meter paja”.
Ese y otro síntoma preocupante: me volví un ser humano más objetivo y que fácilmente pierde la paciencia con esa fase de contextualización y desarrollo en los personajes.
No les miento, en el Kindle tengo una cantidad ridícula de 15 libros iniciados.
Hago con estos libros lo mismo que con la música de mi iPhone, los “skippeo” después de unos cuantos segundos. Escuchar esos álbumes enteros de Pink Floyd ahora sería inconcebible.
Sé que suena como algo malo, pero ni siquiera de eso estoy seguro.
La civilización humana ya pasó por esto mucho antes de que existiera Internet. Por ejemplo, cuando dejamos de comunicarnos de forma exclusivamente oral y añadimos la escritura. Poner el contenido por escrito nos desahogó la memoria y nos permitió tener textos más largos y precisos. Ahora volvemos al contenido expedito, pero aún más preciso. Y, si un día desarrollamos la telepatía, seguramente las palabras nos parecerán muy ineficientes. Formas distintas de intercambiar contenidos e historias.
En fin, es un artículo poco conclusivo, pero un grito desesperado para ver si a alguien más le pasa lo mismo. Estoy asustado de ya no ser capaz de leer un libro entero.
El artículo Ya no puedo leer libros fue publicado en Marcianos.
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