Imagina que vives en el año 1601 y eres el gran Tokugawa Ieyasu, fundador del shogunato Tokugawa. Gobiernas un Japón que está unificado por primera vez en siglos. Pero el ascenso al poder siempre viene acompañado por un flujo constante de enemigos. Es por este motivo que cuando Tokugawa construyó su enorme palacio Nijō-jō, en Kioto, ordenó la instalación de lo último en sistemas de seguridad de la época: un piso que anuncia la presencia de intrusos como cualquier alarma moderna.
Anunciando la llegada de los ninjas.
Si temes el ataque de un ninja – y Tokugawa tenía razones para temer la presencia de estos guerreros – debes tomar ventaja arrebatándole su arma más confiable: el sigilo. Y nada mejor para lograrlo que el “piso de ruiseñor”. Se trata de una superficie donde cada paso, sin importar lo cuidadoso que este sea, dispara una cacofonía de chirridos y silbidos.
Esto se debe a que cada presión, por muy ligera que sea, provoca que una serie de clavos metálicos se extiendan sobre la superficie para chirriar contra unas fundas de metal. El sonido que se produce es similar al canto de un pájaro, de ahí el nombre. Nijō-jō no es la única construcción medieval que posee esta clase de piso. De hecho, varios templos en Kioto presentan esta característica, aunque la preocupación de los dueños probablemente eran los ladrones, no los asesinos.
Una melodía clave.
Ahora, seguramente estás pensando en lo incómodo que resultaba estar al tanto de este piso en el castillo de un shogun o en un templo budista cuando no había asesinos ni ladrones y las personas que lo habitaban tenían que caminar por el lugar. Pues así era, y había una solución para no activar la alarma de forma indiscriminada: monjes, patrulleros y otros residentes eran entrenados para caminar en un patrón determinado, generando un ritmo y cadencia particular.
Cuando se escuchaba un ritmo que no era familiar, significaba que alguien había entrado sin autorización. La instalación es un sistema de alarma bastante ingenioso inventado muchos siglos antes que los electrónicos que hicieron posible lo mismo en el mundo Occidental.
Escúchalo por ti mismo: el piso de ruiseñor en el templo Erin-Ji.
Los riesgos de ser el shogun.
¿Por qué razón Tokugawa Ieyasu temía tanto este tipo de ataque? Básicamente porque una de las más grandes fortalezas ninja de la época se encontraba a tan sólo 65 km de Nijō-jō. Esto puede sonar a historia fantasiosa, pero se debe a la errada percepción que tenemos de los ninjas.
De hecho, los ninjas solían vestirse como simples granjeros para mezclarse y obtener información.
Más que asesinos implacables, los ninjas eran gente común y corriente contratada por algunos señores para espiar a sus enemigos (o que llevaban a cabo actividades de espionaje para su propio beneficio). Esa fortaleza ninja en las afueras de Kioto se parecía más a una comunidad al margen del sistema feudal; una que se defendía con subterfugio en lugar de un ejército costoso. El grupo podía vender sus servicios al mejor postor, o utilizarlos para mantenerse a salvo del shogunato.
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